Me parece interesante compartir contigo un artículo publicado en una revista de tirada nacional, escrito por I. Menéndez.
¿Que le sucede al niño si la madre se deprime?
Cuando el apoyo materno es inestable, el pequeño sufre e intenta complacer las exigencias externas colocándolas por encima de sus propias necesidades.
La influencia que los progenitores tienen en sus hijos es determinante, pero no tenemos constancia de gran parte de ella, ni siquiera como ha tenido lugar, porque se organiza a partir de los deseos que van de los padres a los hijos y viceversa.
Los estados de ánimo de la madre poseen, en un primer momento, gran importancia en la constitución psíquica del hijo. Sentirse feliz y al poco tiempo triste es habitual tras el parto. Reconocerlo y poner palabras al miedo, expresar lo que se siente, es lo mejor que puedes hacer. El padre debe apoyarla y ayudarla, para que pueda elaborar un proceso psíquico intenso. En los primeros momentos, la madre puede tener miedo a nos ser capaz de hacerse cargo del bebé. Esto se debe a la situación de fragilidad que siente, y por otro lado, a que se sufre una regresión psíquica que le hace identificarse con el bebé y revivir en cierta medida la relación con su madre. El estado mental atraviesa momentos de desestructuración que debilita las defensas a todos los niveles, lo que puede origar a un estado depresivo. Por lo general, casi todas las madre se reponen rápidamente de «esos miedos», según comprueban que se van haciendo cargo de la situación, van asimilando y aceptado gradualmente el cambio, elaborando su propia historia. Estos estados depresivos, se aceptan como un fenómeno prácticamente universal en personas sanas. Pero cuando la depresión se mantiene en el tiempo y la mujer no la reconoce, se puede crear un ambiente psicológico que altera la salud de los hijos. Esta manifestación suele estar vinculada a la idea de no poder cumplir con algunas de las tareas que impone la nueva situación. Una de ellas y la que más pesa, consiste en formar tu propia familia, algo inestable y peligroso cuando la madre o el padre están deprimidos.
En ocasiones la depresión del padre, o determinados rasgos neuróticos, dejan sola a la madre y esta no puede sostener el pilar materno.
Winnicott es un psicoanalista inglés con mucha experiencia en este tema, cuenta un caso real de una madre preocupada por la pérdida de peso del niño. Al especialista le resultó evidente que se trataba de la autoestima dañada de la madre, aunque la preocupación por el hijo le proporcinaba cierto alivio, ya que la sacaba de sus preocupaciones habituales. Descubrió que la realidad es que el marido maltrataba a su esposa y él se sentía feliz mientras ella padecía un estado depresivo crónico. Cuando ayudó al niño a comprender la situación familiar éste volvió a comer. La madre acudió a spicoterapia, al ayudarla a ella, también repercutía favorablemente en su hijo, porque así el niño sería el bálsamo para que su madre pensara en otras cosas.
La madre deprimida tiene apagado su impulso vital, y eso provoca en el niño una privación afectiva que tiene efectos en su salud, como rechazar la comida. Es como una protesta, como no recibe la retroalimentación afectiva que necesita, tampoco quiere nutrir su cuerpo. Cuando la madre está inmersa en una depresión, el bebé altera la percepción de sí mismo, la presencia materna desvitalizada también desvitaliza la salud del niño. Las presiones internas que la madre sufre no dejan la suficiente líbido para dirigirla al bebé y éste se encuentra a una madre que no sintoniza con él. Además el niño supone que lo que sucede es culpa suya y por ello vive esa falta de vitalidad como algo propio que él a provocado. Un bebé necesita seguridad y confianza de que siempre hay alguien que le va ha servir de apoyo, ya sea por parte de la madre, padre, abuelos… todo el entorno influye en su comportamiento.
Si el apoyo de la madre es inestable el niño se somete a las exigencias ambientales, más que a sus propias necesidades internas.
La madre que acepta y reconoce esos estados como algo pasajero, confía en sus propias posibilidades, y da respuesta a los impulsos del niño, que de esta manera comienza a tener su verdadero «yo».
Cuando falla en dar satisfacción al gesto del niño, este empieza a crearse un falso «yo» que se constituye teniendo en cuenta lo que los otros desean.
La madre representa el mundo de los objetos y promueve al bebé la capacidad de desarrollarse. Recuerda cuando un niño juega al «cu cu – tras» la carita de sorpresa cuando vuelven a encontrar el rostro que había desaparecido.
Para que el niño pueda interiorizar a la madre, primero a tenido que tenerla, si la representación se realiza sobre una madre que está sin estar al 100%, el bebé le costará desarrollar la capacidad de estar a solas en presencia de otra persona, y su autoestima se verá dañada.
¿Que podemos hacer?
Es un error suponer que el hecho de ser madre o padre, debes tener todo resuelto en relación a los hiijos. También es un error pensar que si los niños tienen las necesidades materiales cubiertas, no sufren conflictos.
Hay personas que intentan acallar la expresión de afectos depresivos asegurando que carecen de importancia, es un error tapar la boca a quien lo pasa mal. La mejor ayuda es escuchar, comprender y confiar en que conseguirá resolverlo.
Pide ayuda si la necesitas, un profesional resuelve incógnitas, despeja la depresión y evita que se haga persistente, alivia el sufrimiento, y libera la carga psíquica, dejando tanto al niño como a la madre más libertad para sentirse agusto consigo mismos.